El primer amor, el más grande y el más fuerte que he experimentado.
No hacia un hombre, no tiene siquiera espacio de comparación con el amor hacia una pareja.
Es el amor que nos constituye desde dentro, que no sabemos ubicar un cuando y un donde, porque siempre lo hemos sentido y nos mueve todo nuestro mundo.
El amor que siempre nos perdona, que nunca nos falta y que nunca se cansa. Que finalmente nunca muere.
El amor hacia nuestra madre. Si, es puro, es desinteresado, es inmensamente primario, elemental, básico. Es todo, es lo primero que sentimos, y no sabemos describir a ciencia cierta.
Es el amor más grande.
Pero ¿qué pasa cuando ese amor se vuelve nocivo?
Cuando desde que puedes recordar has sido amada, sí, amada en exceso y también de forma dañina, de esa forma que te manipula y te doblega. Que no te deja ser tú, que no te deja abrirte a vivir lo que tengas que vivir.
Que te amarra a los designios de un ser inquisidor.
No puedo precisar bien en tiempos, pero se que desde que tengo uso consciente de la razón, siempre fuiste agresiva. Me lo disto todo, todo lo material que quise tener, nunca me faltó nada, y eso siempre lo reconoceré, además lo agradeceré.
Pero también puedo recordar perfectamente que antes eras mucho peor que ahora, tu paciencia para con una niña que no sabía lo que hacía era igual a cero.
Recuerdo tantas veces me golpeaste sin motivos, al menos no motivos realmente significativos.
Tú jamás hablabas, tu pegabas primero y preguntabas después. Bien, lo fui superando y me acostumbré a tratar de no buscar tu mal genio, a no sacar el vikingo que llevas dentro y traté de hacer cosas para agradarte.
Poco a poco fuiste cumpliendo años, y con ellos llegó una cuota significativa de esa antes inexistente paciencia, y con ese cambio también vino el mio.
Comencé a acercarme a ti sin miedo, a contarte mis cosas, a hacerme tu amiga, pero quiero que quede muy claro que eso lo hice yo, no tú.
Sin embargo, presumo de lo poco que me conoces aún en estos tiempos, a juzgar por tus llamadas cargadas de persecución y tus mensajes cargados de desconfianza.
Por tu amor absorbente y dependiente, que me asfixia y me desespera.
Del que poco a poco me he ido deslastrando, pero que aún tiene cierta incidencia en mi conducta, y me molesta muchísimo.
Pero mi temperamento explosivo no me puede hacer olvidar que eres mi madre, y por más que tu boca sea una fosa tan sucia cuando pretende ofender, intento convencerme de que esas palabras no vienen de tu corazón.
El problema es que me cuesta aceptar que tu razón no sea tan razonable como lo puede ser la mía. Me cuesta entender que no pienses en el daño que haces con tus insultos, pero peor aún, que después vengas a mirarme o hablarme como si jamás hubieses clavado una daga en mi corazón con tus ofensas.
No conoces la palabra "disculpa", eres tan soberbia que no puedes permitirte ver que estás por debajo de mí,  no puedes aceptar que te equivocas y que te llevas a todos por delante, sencillamente eso no lo puedes hacer, no te nace.
De modo que, a pesar de que últimamente hemos pasado una temporada bastante buena, libre de peleas y de problemas, basta que abras la boca una sola vez para que yo retome esos recuerdos que desde niña he llevado conmigo, esas tantas veces que he querido devolverte los golpes y no me he atrevido, y todas las veces que he querido gritarte todo lo que mereces escuchar, las veces que he temido lastimarte más de lo que tu lo haces conmigo.
He sido considerada, he sido la mejor hija que he podido, y sin embargo, jamás he logrado satisfacer tus ya infinitas aspiraciones para conmigo.
No se que esperas de mi, ni que quieres que sea, lo que si es cierto es que jamás seré lo que quieres que sea, y ya no me importa serlo, porque me llevarás a ser dependiente e inútil para vivir por mi misma.
La casa se hace cada vez tan pequeña, ya no cabemos las dos, yo con mis ganas de ser libre de tu yugo y tu con tus ganas de manejarme como marioneta como podías hacerlo cuando era una niña.
Ya no tengo las mismas fuerzas para soportar las ganas de devolverte el golpe o el insulto, y antes de que eso pase, prefiero irme. No quiero verme faltando a ese código tácito.
Estoy cansada, cansada de olvidarme de todas tus fallas a conveniencia, a conveniencia con el dolor que me da sentir odio algunas veces por el ser que más amo.
Estoy cansada de que tu anotes mis faltas en las cuentas incobrables que cada vez que puedes sacas a la luz para hacerme sentir miserable, para hacerme sentir que soy una piltrafa.
Estoy cansada de tus infinitos intentos de manipulación afectiva, estoy cansada de hacerme la dura y saber que solo estas haciéndote la víctima para lograr tu cometido.
Hoy no quiero hacer recuento de todas las infinitas cosas buenas que tienes, ni todo lo que efectivamente haz hecho por mi y para sacarme adelante sola, NO. Hoy quiero ser tan injusta como tu lo eres conmigo y condenarte por todo el daño que también me has hecho. Hoy quiero hacerte sentir mal por todas las veces que me has maltratado física y verbalmente sin necesidad. Hoy quiero ser una mal agradecida de verdad, para justificar todo lo que dices de mí.
No quiero ser comprensiva y entender que tienes ese maldito mal carácter que yo también heredé, y que he dosificado en el tiempo por darme cuenta de que me estoy pareciendo justo a lo que nunca he soportado de ti.
Hoy no me siento orgullosa de ti, como me he sentido toda mi condenada vida, a pesar de todo lo que aquí escribo, siempre hubo una excusa irracional para tu comportamiento, siempre perdoné, siempre renovaba mi paciencia y mis ganas de hacer de ti esa madre que necesitaba.
Hoy no te entiendo ni te justifico, no tienes la razón por el simple hecho de que soy la única hija que tienes y siempre te hablo con la verdad, he tenido oportunidades para ser una basura, y siempre pensé en no darte razones para quejarte de mi.
Hoy no puedo seguir pensando que eres volátil y por eso lastimas. No, eres adulta y una mujer con una inteligencia bastante amplia como para saber que estás equivocada.
Y hoy más que nunca me convenzo de que no debo seguir viviendo contigo, debo seguir mi camino sin ti, sin tu dominio sobre mis emociones, sin que seas siempre la única persona capaz de tumbarme el mundo y volvérmelo a armar. Me niego, me cansé de entender.
Cuando yo fallo tu no me justificas sino me condenas hasta verme sangrar por la herida, y lo que más detestas es que jamás te doy la razón, que jamás te he botado una lágrima, que jamás me he doblegado ante ti.
Debo buscar mi espacio, mi lugar y mi vida lejos de la tuya, y seguramente entonces, nuestra relación va a cambiar para siempre, porque irónicamente, cuando estoy lejos eres justo la persona que siempre esperé que fueras.

04/06/11