... Echando un vistazo al pasado, si. Recuerdo alguna vez haber amado. 
Fue duro, fue difícil, y fue intenso. Algo que me carcomía desde dentro y me hacía tremendamente vulnerable.
También, alguna vez fui un cuerpo, un cuerpo sin alma, un ser negado a sentir y a querer.
Y me refugiaba en su piel para no pensar, para no sentir ese vacío, que se convirtió en más vacío. 
Sí eso hice.
Alguna vez, estuve tremendamente sola, sola conmigo misma, y por decisión propia.
Luego fui tan ilusa, creí haber encontrado un príncipe de esos que salvan princesas de castillos y la hacen felices para siempre.
Le di un lugar en mi corazón y fui de nuevo defraudada. 
Sí, eso también lo hice.
Entonces empecé a querer vivir un día a la vez, y no recuerdo bien cuantos labios llegué a besar buscando todo y a la vez buscando nada. Sin ganas de nada y con ganas de todo.
Pero guardé un lugar vacío en mi cama para quien lo mereciera. 
Y así vagué por el mundo, probando suerte, llorando y riendo.
Despidiéndome de esa idea casi idiota de que finalmente llegara el hombre que yo merecía, el que por fin vendría a borrar mi historial de victorias y derrotas y a escribir un libro nuevo conmigo.
Y entonces empecé a convencerme de que no pasaría.
Hoy no sé muy bien si estoy frente a él, pero honestamente se parece mucho a ese que en mis sueños recreaba.
Tiene casi el mismo olor, y besa casi tan bien como ese que siempre esperé.
También esa voz gruesa y ese intelecto atractivo que desde luego me derrumba en mil pedazos.
Y el olor de su aliento me gusta tanto como el de aquel hombre que compartía alguna de sus noches conmigo. 
Así como también, se preocupa por mí como solo él lo puede hacer.
Lo más increíble de todo, es que me toca de la misma manera, y lo hace como si lo hubiese hecho siempre, como si nunca hubo una primera vez inexperta, como si mi cuerpo fuese de su total dominio desde alguna otra vida.
Nos hacemos el amor con la misma intensidad, con las mismas ganas y de la misma forma, y me siento tan yo. Me atrevería a decir que le pasa lo mismo, y eso es tan bueno.
Y se preocupa por detalles que nadie tomó en cuenta, solo aquel hombre de mis sueños, el que aprendí a no esperar más.
Y también deja su perfume en mis manos cada vez que vamos caminando juntos, y no exagero, es tan parecido a él.
Y de alguna forma no tan casual, ha sufrido tanto como yo, y es con quien cuento en todo momento.
Es mi bastón para los malos momentos, y me tiene esa misma paciencia, y me escucha con atención sin importar cuánto hable.
Nos cocinamos uno al otro, y tenemos ese tipo de atenciones especiales.
Tal como lo soñé, tal como lo esperé.
Y no sería capaz de asegurar nada, ni podría decir que puedo reconocer que empiezo a volver a creer en ese hombre que soñé, en que es posible que si exista.
Pero peor aún, no sé si deba asegurar que es él esa persona que pensé ya no llegaría.
Pero vaya que se parece. 
No sé, no creo en casualidades, pero podría serlo. Nadie puede asegurar nada.
Sin embargo, me conformo con saber que al menos una buena parte de ese sueño recurrente, hoy parece realidad.
Al menos por un rato, o quizás para siempre.
Nadie lo puede saber.
De igual manera, ¡que alegría da saber que existes, y te pareces tanto a él!
Y que al menos por ahora, compartimos un mismo sentimiento, una misma tierra, y un mismo momento.


Lo demás, está de más.

12 de abril de 2012