Lunes, el día más detestado por mí por razones diversas. 
Mediodía, mucho calor, y yo haciendo una importante diligencia: cobrando el primer cheque de mis honorarios profesionales.
No sabía donde quedaba el banco, pero preguntando llegué y extrañamente estaba vacío.
Luego caminando entre las calles, conseguí ese popular café y pensé: ¿cuál es apuro?, vamos por un café.
Entré, leí muy bien el menú y por primera vez no importaba mucho el lado derecho del mismo.
Me senté y observaba al resto, todos acompañados, y yo sola. 
¡Que sensación tan maravillosa!
Sola, tomándome un café excesivamente bueno, y con el bolsillo lleno del dinero que gané con mi propio esfuerzo.
No les puedo explicar lo que significan esas palabras para una persona con sed de independencia.
Me dirigí hacia el metro, y en el camino perdí la noción del tiempo viendo libros y decidiendo cual comprar.
Finalmente, elegí los tres que más llamaron mi atención y pensé: ¿que rayos? haré algunas compras.
Regreso a casa, me dejé llevar por la tentación y llené la cesta de un montón de cosas.
Le compré un perfume a mi mamá, además de pan, jugo, y demás.
Me sentí útil, me sentí libre.
Quizás esto sea una real tontería para quienes me lean, pero confieso que no me importa mucho que me entiendan, pero por ser éste mi espacio de catarsis, debo decir que es una experiencia absolutamente gratificante.
Es sentir por primera vez que puedo abrir mis alas, es mi independencia no solo económica sino espiritual.
Es el comienzo hacia la construcción de muchas cosas que quiero para mí.
Es tener la posibilidad de ir y venir sin rendir cuentas de mis actos, sin necesitar de nadie y depender de mi misma. 
Es también la posibilidad de ahorrar para los viajes que siempre he querido hacer, es pensar en mí, es cortar ese hilo umbilical que me amarraba el alma y no me permitía salir al mundo, es hacer simplemente eso; tomarme un café sola o acompañada si así lo deseo.
Son y significan tantas cosas, que insisto no importa mucho que me entiendan, solo hay que vivirlo para sentirlo.
Es la sensación de libertad más cercana que he experimentado, y se que para algunos suena exagerado, pero para alguien que ha sido sobre protegida casi toda su vida es un respiro, y un alivio.
Yo, hija única de una madre soltera absorbente y dictadora.
Cuyo amor es tan grande que se convertía en condena, en miedo de que algo o alguien me dañara. 
Entonces me encerró en un nido de cristal y algodón para que nadie me lastimara.
Y terminó haciendo de ese nido, mi cárcel.
Lo tuve todo, desde ropa hasta educación, jamás me faltó nada ni conocí de necesidades.
Pero espiritualmente, estaba gris.
Este lunes, llegué con las manos llenas de cosas para mí, para ella y para la casa, y por primera vez en casi veinticuatro años sentí que había pagado la dote de mi libertad, o al menos la primera cuota.
Y es solo el comienzo. 
Esto, es lo más grande que puedes tener cuando te has sentido como un pájaro al que se le cortan las alas.
Cuando tu hogar ha sido tu jaula, y cuando tus sueño se veían tan imposibles.
Solo eso, si no lo han vivido no es posible comprenderlo.


25/05/11