No se bien como comenzar este escrito, no me gusta vulnerarme ante nadie.
No acostumbro a mostrar mi punto débil, por políticas internas de seguridad emocional, o predisposición, o bueno, cobardía, miedo, o llámenlo como les salga del forro de las gónadas en caso de tenerlas. Simplemente, en este momento siento que no puedo decir todo lo que estoy sintiendo porque estaría levantando polvo a mi alrededor.
Tengo muchos ojos sobre mi, por mi culpa o mi poca discresión.
El hecho es que llevo días con ese peso en el pecho. Esa suerte de angustia interminable, que te dice internamente, enciende las alarmas porque tal vez estemos en emergencia.
Me he detenido a revisar los cables a ver si pudiese ser un conato de corto circuito por causa de la paranoia femenina, cuyo fundamento central es el miedo.
Y entonces procedo a autoevaluarme y tratar en vano de convencerme de que esto es producto del cause incontrolable de inseguridades que otras personas han dejado en mí, y lo he logrado por momentos.
Pero, de pronto empieza mi voz interna a dejar de justificar mis impulsos y a gritarme eso que yo se que es verdad pero no he podido aceptar, o comprender.
Y termino dándome cuenta de que lucho contra tantos fantasmas a la vez, que cada día hay uno nuevo, y que camino sobre una placa de anime que me hace tambalearme y eso no es tan bueno.
Y me olvido de la promesa que me hice hace un tiempo, me olvido de que intento ser la antítesis de esa mujer que arruinó muchos otros momentos de mi vida. Pero sobre todo, me olvido de lo que quiero, merezco y necesito para mi vida.
Lo hago persiguiendo un ideal, un estimado, un eterno quien sabe, y ese "tal vez, no se, depende" que ya no me hace tan feliz.
No se, es una pugna interna. Pero por encima de eso, se trata de un problema interno conmigo misma, que me hace demandar cosas que se que merezco pero nunca he recibido.
Antes fui esa mujer ruda, esa que controlaba y no dejaba espacio para errores, esa que preferia ocultar lo que sentía y llorar a escondidas. Algunas veces muy valiente para hacer respetar sus argumentos, y otras muy cobarde para evitar sentir y sufrir por alguien.
Esa mujer que decía lo que necesitaba, e invitaba a quienes se quisieran sumar a presentar su CV y ser rigurosamente evaluados para el pre empleo.
Fui ruda, fálica, controladora, y todo lo dominante y posesiva que puede ser una mujer común.
Hoy intento no serlo, intento no derramar el pozo de inseguridades y miedo que tengo acumulado producto de naufragios anteriores. Y trato en todo momento ser la mujer que ha aprendido de sus antiguos errores.
Y vivir, respetar el espacio de otros, entender, comprender y dar.
No demandar tanto, no exigir tanto y no tanto... de nada.
Y aunque hasta los momentos haya funcionado, siento que no es suficiente, porque sigo luchando sola. Sola contra esos fantasmas de un pasado que no me pertenece.
Contra el miedo que no me pertenece, contra esas amenazas externas que me quitan la paz.
Y porque pierdo la batalla interna que venía manejando tan bien. No me siento tan tranquila.
Entonces empiezo a sentir que algo ha cambiado y que no se trata de picos paranoides o de ciclos menstruales u hormonales.
No, se trata de mera intuición.
De esa sensación de que llevo el peso de muchas luchas mías y ajenas, que finalmente me cansan y me ponen contra la pared.
Es sentir que todo cambia y yo sigo sobre el mismo anime, con el mismo riesgo y sin garantías de nada. Con algo de ansiedad y de ganas de que pase el tiempo rápido, y a la vez que se quede inmóvil porque pareciera que no te favorece.
Es tambíen, sentirte víctima de tu pasado, de tu inexistente capacidad para soportar otro error, y de tu completo convencimiento de que no podrás evitar que te duela.
Miedo a sentir, y que eventualmente termines no queriendo volver a sentir jamás.
Miedo a que eso que sientes sea verdad y que termines en el mismo rincón, con las mismas ganas de buscarlo  e insultarlo, esperando que todo sea como fue antes. Y ese antes, sería este ahora que vivo.
Que me impulsa a luchar y dar lo mejor que tengo, lo poco que guardé en un cofre sellado, lo poco que se salvó de la debacle, o de las debacles.
Mis ganas de vivir una historia limpia, con alguien bueno, sin tantos vicios y tantas tretas.
Sin tanta estrategia y con ganas de que sea verdadero,
Mi fe, mi fe escondida, esa que me decía en el fondo de mi alma que todo aquello que me hizo crecer había valido la pena, que me estaba preparando para recibir lo que merezco.
Entonces no se como callar esas voces que me dicen que debo poner el descuido en cuidado, y que no todo está tan claro.
Voces que intentan enmudecer mi optimismo, que me dicen que todo es momentáneo y que debo cuidar más y mejor mis espaldas.
De modo que todo lo que se, es que no se nada.
Quisiera irme unos días muy lejos, donde no tenga que esperar nada, y donde no sienta nada ni tema nada, para al menos tocar tierra y dejar de pedirle a mi mente que no imagine un futuro incierto, y a mi corazón que no espere tanto y que no sueñe tanto, que no pida tanta seguridad.
Donde mi pasado no viniese a ponerme trampas y a llenarme de dudas, y donde el pasado ajeno ya no me importe, donde no sienta esta ansiedad que me preocupa y que me atormenta.
Donde no tenga que cuidarme tanto, solo eso quisiera.
Irme y que quien desee estar a mi lado me busque y esté completamente seguro, donde no existan los quien sabe.
Donde por primera vez no tenga que echarle culpa a mis traumas de mis acciones, y donde pueda actuar libremente sin temer que ello desencadene mi propio hundimiento.
Tal vez, solo necesito eso, un poco de seguridad...
Porque en honor a la verdad, ya no se si pueda manejar la incertidumbre.

20 de febrero de 2012