Escucho esa canción...
Esa que habla de esa misma historia que a todos nos pasa alguna vez.
De ese mismo dolor que creo alguna vez todos hemos sentido, el adiós de un amor.
Y de pronto cuando me siento a solas, conmigo misma y con mis recuerdos, me doy cuenta de que me vuelve a doler.
Y ya no me duele porque aun ame, sino porque amé y fue tan verdad que me duele de nuevo recordar esos momentos de agonía.
Ese sentir que necesitas que esa persona vuelva ya o que se te quite lo que sientes porque así no puedes vivir.
Ese esperar todos los días su llamada, su mensaje diciéndote que está arrepentido y que te quiere a ti.
Esa rabia por saber que está feliz con alguien mientras tú aun sufres por él.
Así como también ese no poder odiarlo aunque te haya hecho sufrir tanto.
Y sí, me vuelve a doler recordar lo que viví.
Algunas veces, dependiendo de mi ciclo menstrual vuelvo a llorar por eso, y con esa misma canción.
Quizás un poco por lo estúpida que fui.
O tal vez porque él no quiso quererme, o no pudo.
Porque a veces siento que no estoy destinada a ser amada en la misma medida en la que yo amo.
O porque así tuvo que ser y me da rabia, aun cuando sepa que fue lo mejor.
De modo que cuando me pasan estas cosas, logro ponerme en los pies de otros.
Y saber que sí, para volver a amar, o siquiera a intentarlo, hay que pasar el duelo.
Hay que respetar el tiempo y hacerlo tu aliado.
Recuerdo que mi sentimiento de miedo, desembocaba en un pensamiento recurrente a negarme a volver a sentir.
Así como también, a la tendencia totalitaria a no creer en nadie.
De hacerme la fuerte, la que todas se sabe.
Y finalmente descartar sanguinariamente a quienes según mi discriminación positiva no iban pal baile.
Quienes no daban la talla, o quienes no reunían los requisitos mínimos.
Y al final, siempre terminaba creyendo, entregando y siendo tal cual soy.
Sin caretas, pero cada vez con un poquito menos de sentimiento.
Cada vez con un poco más de cautela, de inteligencia, de mesura.
Con mi intensidad característica, y con esa idea absurda de que "ésta vez sí sería feliz".
Aprendí muchas cosas. Entre ellas que la felicidad es individual, y no está condicionada a una persona en particular.
También a través de grandes pérdidas, aprendí que se puede vivir sin esa persona que amas.
Que la vida siempre sigue y que te quedas tú si no te montas en el autobús. -Que por cierto, para una sola vez-.
Aprendí a educar mi carácter, a bajarle dos a la impaciencia y a no dejar que mis impulsos me dominaran.
Aprendí también a dejar mi afán de querer controlarlo todo y ahora solo me dejo y dejo ser a otros.
Y bueno, en este momento de mi vida, estoy tan centrada que soy capaz de darme cuenta de que no sé nada.
Que no tengo otra cosa que presente, que no tengo pasado y no tengo futuro.
Que él, es un hipotético quien sabe.
Y que no puede ser culpable de sentir algo que le hace tanto daño.
También, podría llegar a reconocer, que tal vez haya una posibilidad de que hayamos llegado tarde uno a la vida del otro.
Y podría jurar que me lleno de rabia al pensar que podría ser así. Pero también podría aceptarlo.
Me siento una mujer, me siento clara en lo que quiero, y en lo que no quiero.
Y sé que lo único que tengo a mi favor, es el tiempo y todo eso que en poco he tiempo he conseguido.
Pero también he de reconocer que ya poco a poco pierdo ánimos, pierdo velocidad e impulso.
Y el único miedo que siento en este instante, es que un buen día, él supere su duelo, 
Viva, sienta y respire aires de paz, y esté listo...

Y yo ya no sienta nada... Aun así, podría reconocer, que así tenía que ser

26 de diciembre de 2011