Era una vez , esa niña recién hecha mujer.
Quien por mucho tiempo llevó a cuestas un camión de soledad, de besos aguantados, guardados en cajitas de algodón para alguien que hiciera vibrar su mundo.
Además de detalles y notas en servilletas.
De cenas especiales, y de dormir abrazados. 
También de canciones de amor, y de poemas en la radio.
De muchas miles de formas de besar y de amar, de amor tierno y puro.
De todo eso que nunca había vivido, de eso de lo que nunca habla con nadie por no parecer demasiado tonta Y si, por un momento lo encontró, él se convirtió en su motivo para sonreír, su mayor alegría, su esperanza, y quien hasta hoy ha sido el único hombre que ha amado de verdad.
Él le dio respiro, la hizo cerrar lo ojos y lanzarse al abismo por creer en los dos.
Todo se volvió nada en poco tiempo, ella se quedó con las manos vacías.
Con el pecho ardiendo sin poder hacer nada con todo eso que sentía.
Buscando respuestas en los recuerdos de sus demostraciones de cariño, y en los rastros de sus manos abrazadas a su cintura.
De los besos en la calle, de los abrazos frente a todos, y de esos sueños compartidos.
De sus nervios al tenerla cerca, y de esa forma bonita de quererla.
Ella hizo sus maletas, calcinando los recuerdos y evaporando el sudor de sus noches a solas,
secándose lágrimas detrás de la puerta al despedirlo, y sabiendo que tenia que seguir, sin él, aunque no supiera cómo. 
Se levantó, pero el golpe la endureció, la hizo desconfiada, agresiva, y en el fondo insegura.
Miedo, ella era el miedo hecho mujer. Y lo transformaba en una apariencia frívola y calculadora, que le permitía vivirse desde la oscuridad, pero al menos sin sufrir.
Se entregó a otro cuerpo para engañar al tiempo, lo logró.
Solo no pensar fue lo que logró, solo ser parte de ese común denominador de quienes olvidan amando en silencio y con otra piel.
Luego vino el vacío, la tristeza, la pobreza de corazón, el frió hastío de ser quien no era, de parecer no importarle nada. Y amándolo a él, a su recuerdo, a sus manos en las suyas, a todo lo que significaba.
El tiempo, sabio amigo. Se llevó el dolor, trajo decepción y rabia para ayudarla a comprender su propio valor, para hacerle ver que fue mejor así y que finalmente él no era para ella.
Fueron lágrimas infinitas, noches ahogando sus almohadas de recuerdos y de impotencia.
Pero ella es un Phoenix, su fuerza nace en sus propias cenizas. Lo perdonó y tuvo paz.
La soledad, que finalmente es quien siempre la acompaña, se volvió su amiga, y ya no le daba consejos tan necios, la iba llenando poco a poco de paciencia para saber sentarse a esperar, pero sin dejar de vivir.
Pasaron los años, ella se endurecía, y le ponía un candado al alma, negándose a sentir y dejarse querer.
Ese miedo la llevó a cerrarse y no dejarse conquistar si no aparecía un caballero digno de su confianza.
Apareció uno, con un montón de aditivos que lo hacían parecer el indicado. 
Pero ella temía, se alejaba y se acercaba para probar el terreno, para saber si todo aquello era más de lo mismo y no arriesgar demasiado.
No se muy bien cómo, o más bien sí, se que ese hombre supo encontrarle todos los puntos débiles, fue esa zancadilla que la hizo caer,  él supo encontrar la clave para hacerla bajar la guardia, para esconder la coraza y volver a confiar.
Ella una vez más creyó, y entre todas las miles señales que le decían que no, ella dijo sí.
Se arriesgó, y decidió creerle a él, ignorando ese pasado gritándole que se fuera lejos porque se aproximaba al abismo.
¿Idiota? si, tal vez, y pagó caro por su error.
Él, así como sus palabras y sus muchas facetas de antídoto para los corazones incrédulos, fueron una mentira.
Y nuevamente estaba ella ahí, buscando respuestas entre todas esas cosas que vivieron, y sin poder comprender se daba cuenta de que pudo evitarlo todo, sin embargo decidió creer en él antes que en el resto.
Hoy, ella no sabe bien quien es, no reconoce esa otra parte gris que la hace parecer todo lo que no sabia que podría ser.
Una ira repulsiva la agobió por mucho rato, hasta que la liberó y tuvo paz de nuevo.
Son tantas las cosas que ha tenido que vivir, siempre creyendo y siempre cayendo.
Decepción tras decepción tratando de rescatar esa persona noble que vive dentro de ella, tras esas gruesas capas de protección.
¿Te parece tan incomprensible?, resulta que ella creyó y le fallaron, ella entregó y perdió, ella apostó y ganó.
Ganó el título de loca, de falsa y de quien sabe cuantos más calificativos.
Pero ¿de quién es la culpa?, ¿quién la elevó y luego la dejó caer?.
Ella no es mala, pero tampoco sabe muy bien si es buena. Pero lo cierto es  que ella no es la responsable.
Ella perdonó, es verdad, pero no por él, ni porque lo mereciera, sino por ella misma.
Y lo siento, pero lo que ella es no es otra cosa que el resultado de lo que han hecho con su corazón.
La mentira la hizo cínica, la hizo hipócrita, oportunista, y además un tanto contradictoria.
Y si, eso no está bien, pero ¿es tan incomprensible el hecho de que sencillamente es el producto de lo que otros hicieron de ella?
¿Es tan difícil?
¿Realmente es tan ilógico?
Que pena pero creo que habría que sentarse un rato a solas con la consciencia y hacerse esas preguntas.
Por lo pronto, me conformo con saber que ella es mucho más de eso que parece ser.
Y no hay nadie que pueda atreverse a señalarla.
Tú, menos que nadie.
Somos lo que han hecho de nosotros.


28 de octubre de 2011