Muchas cosas he pasado en esta vida, de muchas largas y épicas batallas me he librado.
Y hoy tengo el insensato sentimiento de ya haber pasado por esta misma esquina, con esta misma rabia, y con este mismo saco de preguntas.
Es un poco frustrante, por no decir alguna cosa mas irritante contra mi misma, porque por ahí dicen comúnmente que el único animal capaz de tropezar mil veces con la misma piedra es el hombre. Ok, bueno digamos que por naturaleza humana estoy condicionada a ello, pero ¿acaso tengo justificativo por el simple hecho de ser humana?. No, la estupidez es gratis.
La mía no solo es gratis, sino que tiene cupones de descuento para próximas oportunidades, como si fuera divertido, como si fuera sano, como si hubiese una suerte de masoquismo escatológico por sentirse miserable al final de todo.
Esta vez han sido muchos los errores, y mucho más perversas las veces que se repitieron bajo la lógica simple de la locura: "hacer las mismas cosas, esperando resultados distintos".
Algo muy importante he perdido, a mi misma. No se donde está esa persona que era, y peor aun, todo lo que queda de ella es precisamente lo que me ha hecho daño desde el inicio de los tiempos.
No se identificar bien el momento cumbre de esta coyuntura  pero me atrevo a decir que son muchos,  muchos momentos, muchos golpes que me han roto por dentro en un millón y medio de pedacitos.
Hace dos noches me sentí como un cuerpo sin alma, como antes, como cuando me entregada y no sentía nada.
Pero esta vez si sentí, sentí nuevamente como mis intentos fueron en vano, que nuevamente estoy usando esa vieja chequera de la piel para comprar afecto. Que no aprendo, que no termino de entender que de eso no me queda nada, más que esa sensación de sentirse inmensamente imbécil y además culpable.
Hice el amor con el único hombre que me ha hecho el amor en toda mi vida. Pero ésta vez, como las otras dos veces anteriores, yo le hacía el amor mientras él estaba teniendo sexo, mientras yo seguía tratando de revivir alguna cosa que se murió hace un buen rato.
Lo realmente estúpido es que me tomó tres veces, tres noches igual de extrañas, con tres mañanas incómodas, y esa insensata incapacidad para vernos a los ojos, fingiendo que todo está normal, pero con ese sentimiento de no debió pasar pero pasó.
Me tomó tres noches poder aceptar que eso que estábamos haciendo no se parecía a aquello que solíamos hacer, que ya no siente, que de ese capitulo en su vida solo le queda el deseo desaforado. Y lo grave de todo ésto, es lo lento que aprendo, que tenga que ser de esta forma.
Que tenga que ser él, quien me recuerde a mi pasado, quien me diga esas mismas cosas que me decían cuando no había nada de sentimientos, que sus manos me toquen casi como las que algunas vez hicieron lo mismo conmigo, y que los besos sean solo parte de la escena, de la muy buena escena erótica que protagonizamos.
Y que no haya despertar a su lado, ni besos antes de habernos cepillado, ni abrazos en medio de la noche, ni nada de eso, y que por el contrario me consiga un muro de contención en frente cuando intento acercarme de nuevo a demandar un poco de cariño propio del post sexo.
Quizás me acostumbré, quizás me gustó tanto conocer lo que era hacer el amor que ya no quiero volver a sentirme así. Quizás se me olvidó que así funciona cuando se tiene sexo sin compromisos, que es así de simple, así de frió, así de básico, y así de descarado.
Quizás es porque no lo merezco, porque también me olvidé que no lo merezco y porque finalmente sigo teniendo esa precaria autoestima que justifica acciones injustificables para seguir guindada del pasado.
Quizás es porque viniendo de él me duele más, quizás porque me acostumbró a quererme y no entendí que ya no es así.
No se, el problema es que no se nada.
El hecho es que no es fácil asimilar ciertas cosas, el tremendo retroceso que tuve a momentos ya pasados, a personas que terminaron haciendo lo mismo conmigo, porque yo lo permití, y porque finalmente lo estoy permitiendo de nuevo.
No es fácil sentirte victima y a la vez culpable, o quizás debería decir sentirme victima de mi misma, de alguna suerte de adicción peligrosa, o de una autoestima que dista mucho de ser tal cosa.
El punto es, que no puedo evitar llorar de rabia cada vez que recuerdo esas palabras en mi oído, que me retumban y me atormentan, haciéndome un hueco en el pecho y dejándome sin aliento.
Porque el problema no es tener sexo, el problema es que con él no es fácil no esperar que no sea solo eso.
El problema es que no entiendo por que seguía intentando cosas necias, aun sabiendo que era algo completamente inútil.
Que mis gritos internos me decían a todo pulmón que iba a pasar lo mismo, que nada iba a cambiar y que estaba haciendo las cosas muy mal, pero mi insensata esperanza me hizo retroceder a tiempos remotos, a épocas de piedra, a hacer cosas que jamás habría hecho, bajo ninguna circunstancia y por ninguna persona.
A engañarme a mi misma y a obligarme a creer que esa chequera de bolsillo que alguna vez intentamos utilizar es precisamente lo que hace que yo termine siendo un momento, un pasó y no debió pasar, un "discúlpame, no quise hacerte daño", un cambio de actitud inmediato al final del coito, unas señales indirectas que directamente me gritaban volviste a caer en lo mismo, es tu culpa porque tu lo permitiste.
Y entonces mi almohada se encarga de escuchar mis traumas, y me hace reflexionar todos los días sobre las mismas líneas: "¿Que hay de malo conmigo? ¿por qué no hay diferencia?. ¿que fue lo que hice tan mal?.
Y entonces luego me golpea y me grita, tu tienes la culpa por dar tanto y esperar tan poco, por estar convencida de que mereces solo migajas y se aferras a ellas para sentir que eres importante.
Pero sobretodo, mi almohada me grita incesantemente que soy la única culpable, que yo tenía que salir corriendo hace tanto pero tanto tiempo y no lo hice, que siempre supe que no valía la pena luchar sola contra esa corriente y aun así, lo hice y me quedé sin nada.
Bueno no, me quedé con el fruto de todo eso, quien es la materialización del amor a través del dolor, es mi mejor regalo y mi mayor orgullo, mi razón de vida, mi sentido, mi luz, mi camino, mi todo, y el recuerdo eterno de que de las peores cosas, siempre habrá algo maravilloso que sacar.
Y ese es mi hijo.

13 de diciembre de 2012