Entre todas las posibles frases trilladas que se me podrían ocurrir, decidí usar una para esta oportunidad; para no apegarme a los sistemas, no haré de esto una cita textual y así no suene tan deprimente como suele parecer. Parafraseando la idea principal lo podría resumir de esta manera: debemos tener la suficiente humildad para reconocer cuando hemos fallado, cuando nos equivocamos y cuando no estamos actuando con coherencia, cuando lo que proclamamos no es lo que practicamos. (eterna diferencia entre el discurso y la práctica)
¿A que viene esto? Bueno, simplemente a veces hacemos balances internos, y la suma de ganancias y pérdidas nos dictan la pauta, nos dicen cual será el reproche del momento, o la condena que nos aplicaremos nosotros mismos por haber fallado. Empezamos a auto flagelarnos con las angustias que nos produce el no poder revertir los daños, o recoger el agua perdida, pero más allá de eso, creo que tiene mucho que ver con la gran inconformidad que sentimos frente al entorno, se nos va escapando la inseguridad cuando estamos frente a nuestras facetas mas débiles, y nos volvemos indefensos ante lo que sentimos que nos ataca por la espalada. En fin, somos muy tontos en muchas ocasiones, porque bastaría solo un poco de humildad para poder al menos disminuir las cargas y en algunos casos hasta poder remendar el asunto.
Cuando digo que algunas veces declaramos cosas que no cumplimos, es en el más puro sentido literal de la expresión, decimos ser muy fuertes, y además aprendemos a aparentarlo de manera casi imperceptible, ¡ja! Somos actores señores, actores de la película de nuestras vidas.
Lo cierto es que a veces por cuidarnos demasiado de otros, o de nosotros mismos, nos armamos un mundo paralelo, donde solo tenemos llave nosotros mismos pero que al fin de cuentas te sumerge en el laberinto de ser dos personas a la vez. ¿Y qué tan malo puede ser? Quizás muy pertinente para poder estudiar cada paso que damos, y para intentar no ser burlado por alguna llave maestra que abra las puertas de ese sitio y nos descubra, pero todo eso tiene sus contra, y siendo muy sinceros, esa suerte de circo nos vuelve un poco fríos y bastante mecánicos si se quiere, desconfiados, incrédulos, agresivos, temerosos, y para que más nos duela eso se traduce en inseguridad. ¡tarán! Hemos llegado al orgasmo de la conversación.
Entonces uno dice de nuevo, ajá… ¿Y qué tan malo puede ser? Y nada, terminas dando patadas de ahogado y con argumentos cargados de orgullo y además soberbia dices: “que va, a mi no me va a pasar otra vez”. Pero, ¿qué cosa? fácil, eso o aquello que nos sucedió y que de paso no hemos superado, pero que con una necedad infinita decimos que ya es pasado, aun y cuando haya dejado una huella permanente en uno mismo, y por eso nos cerramos. Claro, todo eso no se dice, y no se acepta, pero está ahí, existe y es real, y es el arco reflejo que está detrás de toda la parafernalia que te inventas para darte tu mismo la razón.
Bien, es ahí donde se esconde la persona insegura que no quiere dejar que el pasado sirva para lo único que sirve, sumar experiencia. Porque nosotros elegimos llevarlo a cuestas como una cruz que te hace seguir aferrada a ese miedo pendejo que te idiotiza de pies a cabeza. Ajá, ¿Y qué tan malo puede ser? Bueno señores, se nos va la vida, se nos van las ganas, se nos van oportunidades, se nos va el tiempo, y resulta que nada de eso se recupera, nada de eso se sienta a esperar por nosotros hasta que se nos quite el berrinche, la vida sigue su curso, y uno se ancla en los karmas que te vas adjudicando inocentemente.
Digo inocentemente porque nadie quiere convertirse en una tumba de emociones, nadie quiere ser un hielo, nadie quiere morirse por dentro, queremos sentir, necesitamos sentir, pero el miedo nos cercena todo camino posible hacia la plenitud, porque no es sino una excusa para no intentarlo, un “pero” para lo inaceptable. Pero aun así lo seguimos haciendo, seguimos condenándonos, seguimos creyendo que nos estamos comiendo el mundo, que somos omnipotentes y que nadie nos vuelve a tocar, y literalmente es así. NADIE NOS VUELVE A TOCAR!
Se que puede sonar demasiado nefasto lo que a veces escribo, pero irónicamente cuando nadie esta dispuesto a escuchar mi voz, mis manos se animan para dejar salir todo lo que algunas veces atraviesa mi cabeza desde que empieza mi día, y que ha sido así desde que tengo uso de razón. Y en virtud de eso, trato de ayudarme a comprender lo que a veces está tan enredado en mi mente que se me vuelve clave Morse, código alfa, o quizás alguna lengua lejana de la cual no se tienen registros, pero que atormenta, atormenta mucho, al punto de volverme tremendamente solitaria y muy cerrada para con el resto.
A veces sin querer o sin saber, nos anulamos como persona por querer cubrirnos ante el dolor, y nos volvemos casi una cosa inanimada, y sencillamente tenemos que caer en cuenta de que no podemos desprendernos de esas raíces que interconectan nuestras emociones, y nos vuelven un todo lleno de vida, deseos, expectativas, y aspiraciones, las cuales tarde o temprano salen a la luz, y nos dejan indefensos, ya que no sabemos como manejarlas por falta de costumbre.
Es natural que a veces no escondamos de nosotros mismos, de nuestra realidad, pero el riesgo que se corre cuando nos escondemos en nuestras inseguridades, es que nos deshumanizamos a tal grado que nos volvemos analfabetas emocionales, o quizás unos sonámbulos buscando donde echarnos a dormir de nuevo, pero ¿qué hay de todo eso que se va perdiendo? ¿A dónde se va aquello que se nos va olvidando por desuso? ¿Dónde quedan las ganas de seguirse cayendo y levantando? ¿En qué momento dejamos de ser humanos? ¿Por qué nos negamos las posibilidades de ver un nuevo amanecer? ¿por qué nos negamos nuevas oportunidades?
La respuesta: el miedo, el cual es el detonante de una gran cantidad de inseguridades de las cuales ya hablé y que definitivamente, NO SIRVEN PARA NADA. Porque cuando la condición humana se le antoja asomarse y salir no hay quien la pare, y más allá o más acá volveremos a caer ante nuestras necesidades y demandas. Es justo cuando dices, he perdido mi tiempo, sigo siendo indefenso ante mis emociones, no puedo embaular esa quebrada por toda la eternidad, es como el agua que sigue su cause y no hay más nada que decir.
De manera que, en este momento creo que me voy a dejar seducir una vez más por mis necesidades, por mis instintos y mi intuición, solo dejaré que las cosas sean y pasen como tengan que pasar, pero no seguiré siendo la cobarde que por miedo se esconde detrás de las faldas de la coraza. Me cansé de hacerme la dura, me cansé de mantener por tanto rato esa actitud de “aquí no pasa nada” y prefiero dejar que todo fluya y que salga sapo o salga rana, pero poder decir después de todo VIVÍ, ME CAI, LLORÉ, FRACASÉ, ME VOLVÍ A LEVANTAR Y AHORA YA NO SIENTO MAS MIEDO.
Y si el día de mañana lo llegase a sentir, o me fuera mal, creo que tendré los suficientes ovarios para enfrentar el chaparrón y decirle al miedo no voy a aplazar más nada por tu causa, porque después de tanto caminar, me has demostrado que solo has sabido sabotear y dejar muchas dudas que no me gusta contabilizar casi nunca.
Sin más que decir, esta humilde servidora cree que terminó este escrito jaja… gracias a los que se toman el tiempo de leerlo, pero mucho mas agradecida con aquellos que no lo leen porque así me sigo sintiendo de la confidencialidad de mi propia cárcel. (mi soledad)
en el 3B de aquel edificio, en aquella calle.
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Hace 1 semana
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