Hace algún tiempo, ya no recuerdo cuanto, salí a pasear a mi perro como de costumbre, recuerdo que yo me sentía un poco extraña, quizás por la cercanía de la visitadora mensual, o que se yo, lo cierto que es estaba un poco aburrida y quizás hasta molesta por un no se que.

En eso se me acercan tres niños en unas bicicletas, y empezaron a hablar conmigo y a hacerle cariño al también mal humorado Blacky, en eso uno de ellos me dice: -mira, yo también tengo una perra. y yo le dije: -¿si, y cómo se llama? y no recuerdo que nombre me dijo, pero era uno de esos muy comunes que se le ponen a los perros, luego de decir su nombre me dice: -si, pero ella comió mucho y se le infló la barriga y luego tuvo perritos. -yo me quedé callada- y luego me reí y solo le dije: -¿si, ah es por eso entonces? y el me dijo muy seriamente que si, en ese momento se me quitó toda incomodidad posible y solo pensé, ¡que fácil es ser niño! además que bello, que puro, que tierno, que perfecto.

Para ellos todo es sencillo, todo tiene un sentido más natural, no tienen máscaras, ninguno es malo, y me hizo recordar ese mundo del pensamiento mágico que estudié en psicología, que solo tienen los niños, es decir, que todos solíamos tener y vamos perdiendo al crecer, y solo me podía sentir idiota por estar de mal humor sin saber, porque los niños jamás hacen o sienten las cosas sin saber, son mucho mas seguros que nosotros, además de mucho mas consecuentes con lo que dicen y hacen, de inmediato me cambió el animo y me puse a hablar con ellos otros rato, hasta que me dí cuenta de que había pasado como media hora, y debía subir a mi casa a terminar de hacer algunas cosas, pero de verdad que fue una sensación linda, fue atreverme a dejar a un lado los pensamientos de adulto para ser una oyente y aprender algo bueno de ellos.

Lo mejor de todo es que no solo se aprende de ellos, sino de uno mismo, porque piensas que efectivamente esa es una época perfecta, donde nada te preocupa, nada te perturba, nada te molesta, y donde tu mayor problema era aprender a patinar o a manejar bicicleta, y quizás esa retrospectiva es buena para pensar y liberarse de malas vibras.

Algunas veces, cuando vamos creciendo también adoptamos muchos miedos, y somos un tanto insensibles a muchas cosas, también cambian nuestras necesidades y expectativas acerca de la vida y de nuestro entorno, vamos mutando con el tiempo, y no siempre nos preocupamos por seguir siendo un poco niños, yo intento todos los días seguir siendolo, y a veces eso me trae problemas con los que son muy adultos, pero bueno el asunto es que suelo ser muy radical y quizás debo trabajar en las medias tintas.

Hablo muy en serio en cuanto a eso, porque no olvido aquellas cosas que cuando era niña me lastimaban, o me hacían sentir mal, y trato en la medida de lo posible no reproducir eso con otros niños, porque es como si yo pudiese sentir lo que ellos sienten en esos momentos, un ejemplo de ello podría ser cuando estamos hablando entre adultos, y a algunos les molesta que un niño interrumpa para decir algo, y se le dice: -cállate, están hablando los adultos. Ciertamente yo entiendo, acepto y comparto que eso es parte de formar su educación, de hacerlos niños correctos, pero el asunto está en que recuerdo como si fuera ayer cuando yo quería hablar, y quería decir algo y se me ignoraba o se me mandaba a callar y se siente feo. Y de inmediato cuando veo cosas así, me pregunto ¿qué hay de malo en escuchar que nos quiere decir?, ¿dónde se ha dicho que los adultos somos reyes y que tenemos el único derecho a ser escuchados?

Puede ser muy contradictorio que yo diga que lo entiendo y lo acepto pero a su vez esté en contra, pero realmente se trata de las formas, las maneras que se emplean para hacer que un niño entienda las cosas que les queremos hacer saber, pienso que como adultos debemos tener las herramientas suficientes y el tacto para tratar con un niño, que finalmente no es más que un ser que se está formando de nuestra mano, y que depende de nuestra dirección, pero no de nuestro maltrato.

Creo que algunas veces algunos adultos olvidan por completo el hecho de que fueron niños, y que también pudieron haber fallado, que les dijeron no hagas eso e igualmente lo hicieron, que se rasparon las rodillas por estar corriendo, que brincaron en la cama aun y cuando eso no se podía, se portaron mal en el colegio, o hicieron alguna travesura,en fin, hay quienes dicen que así fueron criadas y solo aplican esos métodos para con sus hijos, pero también hay quienes hacen todo lo contrario porque sienten que con ellos no funcionó.

Frente a esta dicotomía cualquier padre responsable se detendría a pensar ¿qué es lo correcto?, ¿cuál es la forma adecuada? y es que hasta yo lo hago, y cuando lo pienso concienzudamente siento miedo de cuando me toque asumir el reto de ser madre, porque nadie te puede decir si está bien o no, todos cometeremos errores con nuestros hijos, como nuestros padres lo han hecho con nosotros, porque nadie es perfecto, nadie está en posición de culpar o juzgar. Sin embargo, cuando vemos situaciones donde verdaderamente los adultos no son responsables de asumir su posición como tal y ser la guía para ese niño, sino por el contrario lo maltrata, es cuando no hay justificación posible.

Yo creo que lo que sucede en esos casos, es que el adulto no tiene la capacidad de separar, entender que las cosas que hacen los niños son y deben ser pensadas desde la perspectiva que ellos mismos tienen de eso, es decir no podemos como adultos ponernos al nivel del niño, debemos mas bien asumir que es un error que comenten por su misma condición de niño, y tener presente que nosotros también lo hicimos, por supuesto no dejar pasar el incidente ni avalarlo, pero hablar con ellos y hacerles entender por que no estamos contentos con lo que están haciendo, les puedo asegurar que tocar la emocionalidad del niño ofrece más y mejores resultados que muchos correazos, y mi experiencia habla por mí en este momento.

Cuando hablo de no pensar el problema como adultos, sino como niños es precisamente no ahogarse en un vaso de agua por las cosas que puedan hacer ellos, por más grave que pueda parecernos, es grave para nosotros pero para ellos no, mayormente cuando ellos hacen las cosas no las piensan antes -como hacemos nosotros- y no hablo de que nos dé lo mismo que pase con ellos, sino más bien que les demos entender que hicieron mal pero no tomarnos eso demasiado a pecho.

Yo puedo entender que quizás esto pueda parecer un poco fuera de lugar y no muy adecuado para muchos, pero es que verdad he aprendido a ver las dos caras de la moneda, realmente el niño jamás olvida, y crece con esas cosas que le faltaron o le sobraron, y de verdad, pienso que no hacen falta los golpes ni los maltratos verbales para que un niño sea excelente, solo depende de nuestra inteligencia y de nuestra dedicación el hacer de ellos personas buenas y seguros de sí mismos, claro hay muchas maneras de hacerles daño, no solo lo que se ve y se puede palpar los perjudica, sino también aquellas cosas que los anulan como personas independientes a nosotros, es decir, cuando los cuidamos de más y los sobre protegemos, haciéndolos inseguros e incapaces de salir adelante solos, pero ese no es el punto ahora.

Verdaderamente, estas son las cosas que realmente hay que sentarse a dialogar con otros, sin embargo, en mi propio dialogo interno, del cual mayormente nunca nadie se entera, surgió todo este mar de formas de entender una realidad, fundamentado en la más pura expresión de la experiencia empírica que te brinda el contacto con los niños, lo cual te vuelve mas sensible a sus procesos, a sus formas de decirnos quienes son y como quieren que los veas, lo más importante de todo es darnos cuenta de que efectivamente somos lo que va quedando de esa época donde fuimos como ellos, y nunca pero nunca debemos olvidar de donde venimos, lo que nos constituye y lo que llevamos por dentro, quien daña a un niño tiene todas las de perder porque se daña a si mismo y marca a otro para siempre, además que tendrá la responsabilidad de aquello que formó y muy seguramente cosechará el fruto de sus acciones con el pasar de los años.