A veces es muy difícil aceptar nuestra culpabilidad ante las cosas que nos hacen daño.
Es mucho más sencillo mirar a tu alrededor y señalar, echar las cargas de nuestras frustraciones a otros. Pero si somos realmente maduros y centrados, tenemos que aprender a evaluar que tanta responsabilidad tenemos ante lo que nos sucede.
Es duro, es difícil  más aun porque perdonarse a si mismo es triplemente doloroso, mucho más difícil que perdonar a otro. Porque tendemos a ser muy duros y auto-exigentes.
Tal vez necesitamos tiempo, solo tiempo. Porque en algún momento hemos tomado terribles decisiones que nos han llevado hasta nuestro momento presente, en donde nos sentimos profundamente dolidos y lastimados.
Pero a veces es eso, la ansiedad por no saber bien que hacer ni que sentir, la que nos lleva a cometer tonterías  dignas de profundas criticas externas y hasta internas.
Confusiones que nos hacen dudar de nosotros mismos, de nuestras capacidades o de nuestras facultades mentales, por el simple hecho de no tener autocontrol de eso que tanto nos duele y que no podemos erradicar o solucionar de inmediato.
Alguna vez escribí sobre mi alter ego. Sobre ese otro lado que no siempre estoy dispuesta a esconder, que se me sale así como la episteme, (termino solo para entendidos en el área).
O como los instintos más básicos y elementales que nos constituyen como ser humano imperfecto, y nuestra parte no tan racional, correcta y ecuánime.
La inmadura, la que no recula, la que es y se deja ser. En fin.
No se, a veces escogemos desde la necesidad. Actualmente leo un libro que dice en alguna parte que el hambriento hace malas compras.
Y esa frase, al igual que el libro en general me ha marcado la vida, básicamente por lo crudo y directo en que me ha hecho abrir mis ojos ante eso que nunca he querido ver, eso que no es nuevo, que siempre ha existido y que por ignorar sus gritos silentes me ha traído hasta aquí.
Normal, ya acepté mis causas y mis consecuencias, y aun estoy en pleno camino reacio hacia el futuro perdón que debo regalarme para volver a reconstruirme y ser otra persona.
El hecho es que esa hambre te ciega. A veces nos conseguimos con algo o alguien que es lo que es, y no lo que nosotros vemos que es. Y sencillamente no lo aceptamos, no lo queremos ver en su justa dimensión y le ponemos ese disfraz que nuestra necesidad requiere para volverlo eso que tanto hemos anhelado.
Ese vacío peligroso que tratamos de llenar con otras cosas, o con otra gente, que tarde o temprano se nos devuelve como un karma para modernos el trasero y dejarnos inválidos de autoestima, de ego y de fuerzas algunas veces.
Es vacío que finalmente no se llena con nadie ni con nada, porque nos viene de dentro, de algún bache en nuestro camino, en nuestro proceso de crecimiento y a través de algún trauma de la infancia. Ese vacío que nos confunde y nos ciega para buscar solo aquello que no puede hacernos felices, pero no porque no esté en sus manos, sino porque no nos pertenece y no puede llenar eso que está incompleto en nuestro ser y no sabemos encontrar su raíz.
Y es esa necesidad de tapar eso con algo lo que irremediablemente nos manda a seguir buscando más de lo mismo, a llenarnos con algo o alguien que no nos llena ese vacío sino que nos sigue alimentando la necesidad.
Es una adicción,  una peligrosa adicción a depender de un estimulo externo que sea capaz de dibujarnos sonrisas. Que nos convenza, -aun cuando no somos capaces de aceptar por nosotros mismos-, que somos dignos de ser amados.
De modo que somos nosotros mismos, victimas de nuestros propios problemas internos no resueltos, de nuestros vacíos emocionales y necesidades mal interpretadas, quienes nos abalanzamos en campaña inconciente contra nuestra propia autoestima.
Una forma de sentirnos bien a través de acciones que nos harán sentirnos peor, pero sin saberlo, sin quererlo, sin poder evitarlo porque no entendemos que somos responsables de evitarlo, pero a la vez no sabemos cómo, ni de donde nos viene todo ese rollo existencial tan tóxico, tan maligno y autodestructivo.
Pienso que entenderlo es un camino largo, pero poner en practica lo que no se ha internalizado es aun más inútil.  Es tratar de levantar un edificio sobre columnas de anime, es nadar contra la corriente de tu traicionero subconciente dominado por todo aquello que ni sabíamos que existe.
Perdonarse, luego de entender que tuviste gran parte de la responsabilidad es para gente con las pelotas bien puestas. Es llorar noches eternas por rabia, por frustración y a la vez por la inexistencia capacidad de autocompasión contigo mismo, por no permitirte el perdón porque te has equivocado.
Seguir adelante, tratando de no cometer los mismos errores puede ser todo un reto. Pero no hay libreto.
Nadie puede garantizarte que no vuelvas a cometer los mismos errores, nadie, tu menos.
Empiezas a dudar sobre tus capacidades para conducirte adultamente con responsabilidad sobre ti. Y casi prefieres una metástasis fatal que te mate todo sentimiento y con ello poder evitar un dolor tan siquiera cercano al que llegas a sentir. No no se puede, por sentir es que estamos vivos.
Lo bueno de vivir es eso, es poder caerse, levantarse, evaluarse, aprender y superarse.
Poder levantar tu cara y  sentirte orgulloso de ti, porque finalmente todo lo que hiciste, diste, perdiste o dejaste de hacer fue por una buena causa, o al menos por lo que tu pensaste que seria una buena causa.
Sentirte pleno porque lo hiciste con tu corazón  porque aunque haya resultado terriblemente devastador, fue del alma, fue sincero y fue real, aun cuando no tuvieses la pericia necesaria para saber en su momento que ese no era el camino, ni el lugar, ni la persona, ni la forma. Mucho menos el tiempo y el momento.
Aceptar que Dios tiene todo en sus manos y que no puedes ir contra su voluntad.
Que no hay chequera que compre el tiempo, ni el amor, ni el sentimiento, ni lo verdaderamente genuino.
Que eres humano, que te equivocas como todos. Que no siempre actúas con cordura y raciocinio.
Que tienes derecho a fallar y enmendar, y sobre todo que tienes el derecho y deber de perdonarte aun cuando te cueste tanto hacerlo.
Que perdonarte no es justificarte ante otros, sino dar la cara por ti ante ti mismo. Enfrentar esa pena interna y caminar una vez más.
En fin, hacernos responsables de nosotros mismos y aprender a decir "no", aunque te duela, aunque algún grito proveniente de nuestras necesidades más recónditas  te digan "si".
Tener la sabiduría para identificar la diferencia, pero sobretodo, aprender a abrir bien los ojos y no a cerrarlos cuando queremos escuchar aquella voz que nos dice solo lo que queremos escuchar y no lo que es.
Eso, creo que es lo más difícil de todo.
Pero siempre habrá algo bueno detrás de aquello que consideramos aterradoramente devastador, siempre habra motivos, razones y sobretodo ganas de querer salir de esos momentos tan duros.
Y en honor a la tan sabia frase que siempre nos invita a tener paciencia, termino mi post diciendo....

...El tiempo de Dios es perfecto!

26 de diciembre de 2012

Sabes esas cosas de la vida que te hacen sentarte por horas a recordar alguna época en especial y decir: "Dios, ¿quien lo iba a decir?. Bueno, es algo así lo que me pasa por la mente esta noche.
Quise apartarme un poco de mis característicos posts intensos sobre alguna cosa personal, o de alguna otra cosa que veo pasar ante mis ojos y me lleva a escribir.
Esta noche, me siento profundamente conmovida con lo que está pasando en nuestro mundo, ante nosotros, frente a nuestros ojos y que muchas veces sabemos, pero dejamos ahí en algún lugar. Para pensarlo o comentarlo después.
Para hablarlo a modo reflexivo en alguna reunión entre panas, luego de la característica ronda de conversaciones de sexo y política que nunca falta.
Pero es eso pues, esa parte donde todos estamos filosofando sobre alguna cosa en particular de esta vida.
Hace unos meses volví a tener contacto con una de esas familias que han sido amigas de la tuya desde el origen de los tiempos.
Ese tipo de amistades de siempre, donde los padres y los tuyos son compadres, o amigos de toda la vida y así.
Recuerdo que fue agradable, fue darse los pin y números telefónicos,  agregarse en facebook y hablar por horas sobre todo lo que ha pasado durante el pocote de años que tienes sin saber de ellos ni de su existencia.
No puede faltar, las incomparables anécdotas de niños, el reírse de esos días y sentir nostalgia. De la bonita, de esa que es bien fina.
Seis hermanos, tres de ellos en especial, contemporáneos conmigo, prácticamente criados juntos porque vivieron en mi casa un buen tiempo.
Dos de ellos, varones, y una chama, fino pues, sabes. Entre ellos está tu primer "noviecito" de manitos agarradas y piquitos, -solo piquitos porque eramos chiquitos-.
El otro, como tu hermanito, el menor de todos, el más enano y el más tremendo. El que tu mamá se cansó de amamantar porque la suya estaba enferma y no podía hacerlo.
Y la chama, pues, la pana pues, la amiga compinche con la que hacías casi todo.
Años después de todo eso, nos reímos mucho con eso de que fuimos noviecitos, y que el otro estaba celoso y que la chama tal o cual cosa. Yo, empiezo una joda con el "enano". Ese que les acabo de comentar.
El más chiquitico que se puso grande, se volvió hombre y que está hermoso. Bello, pero de más. -Lo típico pues-, lo que pasa comúnmente.
Y entonces le digo que si hubiese sabido ese me jugaba ese "quintico" en esos tiempos. Jodas normales, sin malicia real, es que somos como hermanos pues.
Poco después, ese mismo enano, me insiste en que le consiga a una "amiguita" para salir y esas cosas, tu sabes.. Y yo, como no tiendo a cuadrar a nadie con nadie por un mero código de conducta personal, me hago la loca y aplaudo.
Sin embargo me decía internamente:  pero, ¿cuál es la insistidera?. Con lo bello que es seguro cuadra la chama que quiera, pero lo dejé pasar. No obstante, cada vez que lo veía o hablaba con él seguía insistiendo.
Yo pensaba, es la edad, las hormonas, está en esa etapa promiscua de algunos varones que acaban de despertar sexualmente y quiere copular con cualquier cosa que camine, respire o se mueva. Seguía haciéndome la loca y aplaudiendo.
O sea, a mi nadie me cuadra las parejas, so... no me pongo tampoco en esa porque pienso que son cosas que se dan solas y por supuesto, su edad y su ensalada de hormonas no lo dejaban entender ese pequeño detalle. Normal.
En alguna oportunidad vio a mi mejor amiga y como la chama es bonitica y ya crecimos, también quiso que yo intercediera con ella. Ella lo vió, me dijo: -Fulano si se puso bello.
Se dieron el pin, pero al final nada pasó porque para ella él tenía el cerebro como un maní japonés y se le notaba mucho el desespero por horizontalizarla. Anyway, problema de ellos, no me metí.
Meses después  me entero que ese muchacho tan bello, cariñoso, agradable y que además es dueño de todo mi cariño porque creció conmigo, es VIH positivo.
Si, me quedé muchos minutos en silencio. Muchos...
Y así como nos pasa a casi todos ante un momento así.
Sin temor a caer en clichés fastidiosos y siendo honesta, me pasó esa película de recuerdos por mi mente, todos y cada uno de los que ya relaté anteriormente aquí, y otro montón que no podría explicar.
Nosotros, siendo niños, tan alejados de ese tipo de peligros, tan a tiempo de aprender y centrarnos para no cometer el tipo de errores que cometemos siendo adultos y nos llevan a eso.
Y sentía una profunda consternación, bueno eso después de pasar el inmenso shock propio de tamaña novedad, pero bueno.
Una vez pasadas esas dos etapas, solo me pude sentar a pensar en cuantas veces en la vida nos topamos con personas atractivas, otras no tanto, pero que finalmente se ven bien, saludables y sanos y pueden estar infectados de esto o de cualquier otra cosa y no sabemos.
Y no pude evitar pensar en lo que podría haber pasado si mi mejor amiga y él hubiesen llegado a algo, porque hasta donde se, él tiene bastante tiempo con eso.
De modo que sentí temor. Temor por lo que podría haber pasado, pero también por ir un poco más allá y plantearse otros escenarios. Ya no solo era el pesar de saber que alguien que se crió contigo padece esa enfermedad, o es portador de ella, sino que así como él... puede ser cualquiera.
Que hay personas que van por el mundo, viviendo su sexualidad como si el mundo se fuera a acabar mañana y nada importa, pero pana, pero aun, que hay quienes tienen la desdicha de conseguirse la desgracia de un momento a otro sin saber, aun siendo personas mas centradas y responsables.
En fin, hoy, meses después de haberlo sabido me siento bastante preocupada porque es un peligro atreverse a relacionarte con alguien, porque o sea, los médicos se mueren y son médicos,  las píldoras son píldoras y fallan, los condones previenen eso y aun así se pueden romper, además no protegen de un VPH.
Y realmente te llegas a sentir amenazada. Porque por más que seas responsable y creerte muy selectiva con tu sexualidad, uno nunca sabe. Nunca se sabe.
¿Cuantos no conozco que infectan a sus parejas de toda la vida por andar de sucios por la calle?, y ¿cuantas cosas no pasan y uno cree que esta blindado y nada le pasará?.
Hoy en día, luego de meses de saberlo, todavía hablo con él y veo que sigue igual, que está pendiente de conseguir y coleccionar muchas experiencias con muchas mujeres.
Y aunque él no sabe que yo se, no puedo evitar sentir tentación de decirle algunas cosas.
Y peor aun, no puedo dejar de sentirme amenazada y preocupada por el daño que él podría causar a otros por su irresponsabilidad.
Honestamente creo que mundo está colapsado y descompuesto, y este tipo de cosas me irritan y preocupan tanto, porque finalmente, sientes que cualquier persona que pasa frente a ti puede tenerlo y tu no lo sabes, no te enteras, y siempre habrá una posibilidad de que llegue un "enano" desarrollado, que se presente ante ti como alguien presuntamente sano y te eche una vaina.
En fin, creo que me quedo con el mismo pensamiento de siempre, nunca se sabe, lamentablemente puede ser cualquiera, y eso aterra.
Se que no es buena la paranoia para manejar esto, y que depende de uno mismo cuidar su integridad para evitar y prevenir esas cosas, pero es que ahí está el detalle...
Nadie va a llegar a tu vida, presentándose y diciéndote soy fulano de tal y tengo sida.  Salgamos, nada te va a pasar.













... Seguiremos informando. 

19 de diciembre de 2012

Muchas cosas he pasado en esta vida, de muchas largas y épicas batallas me he librado.
Y hoy tengo el insensato sentimiento de ya haber pasado por esta misma esquina, con esta misma rabia, y con este mismo saco de preguntas.
Es un poco frustrante, por no decir alguna cosa mas irritante contra mi misma, porque por ahí dicen comúnmente que el único animal capaz de tropezar mil veces con la misma piedra es el hombre. Ok, bueno digamos que por naturaleza humana estoy condicionada a ello, pero ¿acaso tengo justificativo por el simple hecho de ser humana?. No, la estupidez es gratis.
La mía no solo es gratis, sino que tiene cupones de descuento para próximas oportunidades, como si fuera divertido, como si fuera sano, como si hubiese una suerte de masoquismo escatológico por sentirse miserable al final de todo.
Esta vez han sido muchos los errores, y mucho más perversas las veces que se repitieron bajo la lógica simple de la locura: "hacer las mismas cosas, esperando resultados distintos".
Algo muy importante he perdido, a mi misma. No se donde está esa persona que era, y peor aun, todo lo que queda de ella es precisamente lo que me ha hecho daño desde el inicio de los tiempos.
No se identificar bien el momento cumbre de esta coyuntura  pero me atrevo a decir que son muchos,  muchos momentos, muchos golpes que me han roto por dentro en un millón y medio de pedacitos.
Hace dos noches me sentí como un cuerpo sin alma, como antes, como cuando me entregada y no sentía nada.
Pero esta vez si sentí, sentí nuevamente como mis intentos fueron en vano, que nuevamente estoy usando esa vieja chequera de la piel para comprar afecto. Que no aprendo, que no termino de entender que de eso no me queda nada, más que esa sensación de sentirse inmensamente imbécil y además culpable.
Hice el amor con el único hombre que me ha hecho el amor en toda mi vida. Pero ésta vez, como las otras dos veces anteriores, yo le hacía el amor mientras él estaba teniendo sexo, mientras yo seguía tratando de revivir alguna cosa que se murió hace un buen rato.
Lo realmente estúpido es que me tomó tres veces, tres noches igual de extrañas, con tres mañanas incómodas, y esa insensata incapacidad para vernos a los ojos, fingiendo que todo está normal, pero con ese sentimiento de no debió pasar pero pasó.
Me tomó tres noches poder aceptar que eso que estábamos haciendo no se parecía a aquello que solíamos hacer, que ya no siente, que de ese capitulo en su vida solo le queda el deseo desaforado. Y lo grave de todo ésto, es lo lento que aprendo, que tenga que ser de esta forma.
Que tenga que ser él, quien me recuerde a mi pasado, quien me diga esas mismas cosas que me decían cuando no había nada de sentimientos, que sus manos me toquen casi como las que algunas vez hicieron lo mismo conmigo, y que los besos sean solo parte de la escena, de la muy buena escena erótica que protagonizamos.
Y que no haya despertar a su lado, ni besos antes de habernos cepillado, ni abrazos en medio de la noche, ni nada de eso, y que por el contrario me consiga un muro de contención en frente cuando intento acercarme de nuevo a demandar un poco de cariño propio del post sexo.
Quizás me acostumbré, quizás me gustó tanto conocer lo que era hacer el amor que ya no quiero volver a sentirme así. Quizás se me olvidó que así funciona cuando se tiene sexo sin compromisos, que es así de simple, así de frió, así de básico, y así de descarado.
Quizás es porque no lo merezco, porque también me olvidé que no lo merezco y porque finalmente sigo teniendo esa precaria autoestima que justifica acciones injustificables para seguir guindada del pasado.
Quizás es porque viniendo de él me duele más, quizás porque me acostumbró a quererme y no entendí que ya no es así.
No se, el problema es que no se nada.
El hecho es que no es fácil asimilar ciertas cosas, el tremendo retroceso que tuve a momentos ya pasados, a personas que terminaron haciendo lo mismo conmigo, porque yo lo permití, y porque finalmente lo estoy permitiendo de nuevo.
No es fácil sentirte victima y a la vez culpable, o quizás debería decir sentirme victima de mi misma, de alguna suerte de adicción peligrosa, o de una autoestima que dista mucho de ser tal cosa.
El punto es, que no puedo evitar llorar de rabia cada vez que recuerdo esas palabras en mi oído, que me retumban y me atormentan, haciéndome un hueco en el pecho y dejándome sin aliento.
Porque el problema no es tener sexo, el problema es que con él no es fácil no esperar que no sea solo eso.
El problema es que no entiendo por que seguía intentando cosas necias, aun sabiendo que era algo completamente inútil.
Que mis gritos internos me decían a todo pulmón que iba a pasar lo mismo, que nada iba a cambiar y que estaba haciendo las cosas muy mal, pero mi insensata esperanza me hizo retroceder a tiempos remotos, a épocas de piedra, a hacer cosas que jamás habría hecho, bajo ninguna circunstancia y por ninguna persona.
A engañarme a mi misma y a obligarme a creer que esa chequera de bolsillo que alguna vez intentamos utilizar es precisamente lo que hace que yo termine siendo un momento, un pasó y no debió pasar, un "discúlpame, no quise hacerte daño", un cambio de actitud inmediato al final del coito, unas señales indirectas que directamente me gritaban volviste a caer en lo mismo, es tu culpa porque tu lo permitiste.
Y entonces mi almohada se encarga de escuchar mis traumas, y me hace reflexionar todos los días sobre las mismas líneas: "¿Que hay de malo conmigo? ¿por qué no hay diferencia?. ¿que fue lo que hice tan mal?.
Y entonces luego me golpea y me grita, tu tienes la culpa por dar tanto y esperar tan poco, por estar convencida de que mereces solo migajas y se aferras a ellas para sentir que eres importante.
Pero sobretodo, mi almohada me grita incesantemente que soy la única culpable, que yo tenía que salir corriendo hace tanto pero tanto tiempo y no lo hice, que siempre supe que no valía la pena luchar sola contra esa corriente y aun así, lo hice y me quedé sin nada.
Bueno no, me quedé con el fruto de todo eso, quien es la materialización del amor a través del dolor, es mi mejor regalo y mi mayor orgullo, mi razón de vida, mi sentido, mi luz, mi camino, mi todo, y el recuerdo eterno de que de las peores cosas, siempre habrá algo maravilloso que sacar.
Y ese es mi hijo.

13 de diciembre de 2012

Es eso que pasa mientras escribo este post.
Ya dejó de ser ese minuto en el cual pensaba escribirlo y hacía otras cosas.
Ya no es eso que quiero hoy que sea así mañana.
Cada cosa por su nombre, el presente es el hoy, pero más aun... es el momento que transcurre,  que se va hilachando y a la vez despareciendo con cada segundo convirtiéndose en pasado.
Eso que subvaloramos tanto, que desperdiciamos por pensar tanto.
Por querer tanto, por esperar tanto, por ignorar tanto...
El presente es una rosa, es esa rosa que tienes en tus manos, que ya mañana no será igual, que huele tan bien justo hoy, y que nos enseña tácitamente que la belleza de las cosas y hasta de las personas es pasajera, es efímera.
Todo nace y todo muere, pero no por eso no deja una huella y un recuerdo.
Un perfume que nos lleva a esos momentos.
Ese que nos puede hacer capaces de revivir otros presentes que ya vivimos, pero que no por ello los hace dejar de ser pasado.
El presente no se vive con recuerdos, los recuerdos son eso precisamente porque fueron ese presente alguna vez.
Ese que tal vez no valoramos al instante, ese que dejamos ir por necios...
Eso que no tiene ataduras, y que discurre entre nuestros dedos y nos va dejando el sabor a nuevos presentes que no son el que vivimos hoy, pero que vienen.
El presente es ese regalo que nos da la vida, que nos da Dios todos los días. Sin una fecha importante, sin una causa aparentemente merecedora de un detalle.
Es ese regalo que tenemos y que no sabemos que tenemos por andar mirando otros tiempos, otras noches, otras lunas, otras caras.
Es eso que Dios nos presenta a través de momentos engañosos, que nos hacen sentir que nada vale la pena ese día, ese instante.
Pero que luego se transforma, se desdibuja y se reconstruye con otras caras y otras formas, haciéndonos ver que todo eso que de pronto fue oscuro, casi de forma inesperada empieza a tener luz en compañía del amigo tiempo.
Presente, es lo que vivo y a la vez desgasto en este instante, eres el que me permite respirar y el que me llena de oportunidades cada día para hacer un mejor tiempo.
¿Cómo hago para devolverte todo lo que te he quitado por necia?. ¿Cómo hago para recuperarte si alguna vez te perdí?.
Perdóname, solo eso puedo decirte porque ya no tiene sentido hacerte esas preguntas.
Ya los presentes perdidos no son sino eso que no queremos reconocer como nuestro pasado. Pero mira si eres noble, mira si eres bueno, mira si eres obra de Dios, que aun estás aquí.
Que aun me permites seguirte viviendo y entendiendo que todo tiene un ciclo, entendiendo que no te has ido, que te transformaste y que no por eso te perdiste, que sigues aquí.
Gracias por lecciones aprendidas, gracias por estar y por existir.
Porque después de todos esos presentes ya pasados, hoy te presentas ante mí sin complejos, sin rencores y sin ganas de tomar venganza.
Eres mi nueva oportunidad, y ella viene acompañada de una nueva razón para seguir viviendo.
Mi bebé.


Arán Daniel. 12 semanitas =)
07 de diciembre de 2012

Asi hablan las mujeres

Asi hablan las mujeres
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