
28 de octubre de 2011
Ellos, cada uno con su vida, sus historias, sus llantos y sus alegrías.
Él, mal enamorado de quien no lo merecía. De ese tipo de personas que no deben ser ni siquiera un recuerdo.
Ella, tan ella, con ese ángel especial que él llamó poesía. Eso tan genuino que lo deslumbró desde que la conoció.
Ambos cansados de limpiar las heridas de su pasado, de curar esos raspones y de secar algunas lágrimas.
Él, tan cansado de la mentira que vivía y que creía tan verdad, y ella, aburrida de tanto esperar por esa persona que tendría las agallas de luchar para merecerla.
Ella es tan yo, tan parecida a la persona que soy.
Es quien admira a Neruda y también adora escribir, quien es intensa en su forma de sentir y de expresarlo.
Es esa persona de piel blanca y pecas en la espalda y el pecho.
Con la mirada llena de luz, y el corazón lleno de amor.
Él, que todo lo dio, que amó intensamente y luego tuvo que olvidar por su bien.
Ese hombre tan niño, tan noble, inocente a pesar de su edad, y con utopías mentales sobre un mundo mejor, quien cree en la gente y que además le gusta Arjona.
Ese que nuevamente se dio otra oportunidad.
Se conocieron en medio de un tornado de emociones dispersas. Cada uno por separado, cada uno con su saco de miedos y nervios de volver a sentir, de volver a querer, pero ahí estaban.
Tratando de distraerse de todo aquello que les sucedía sin tener muy claro el rumbo.
Algunas conversaciones interesantes, puntos de vista encontrados en cuanto a la política, y algunos otros en consonancia con lo que se podría llamar atracción. Simple, sin nada más allá de eso.
Pero había esa magia, ese algo fuera de lo común que los hacía sentir tan bien, tan cómodos, tan el uno para el otro, tan para siempre, tan novela y tan realidad.
Llegan los besos, esos besos que siempre son intensos, que vienen a formar parte de esos momentos inolvidables que se nos quedan tatuados en la mente.
Una que otra palabra, pero no tantas preguntas.
Una cama temprana, dos pieles que se empiezan a conocer, y dos personas que se arriesgan sin mucho que perder, sin mucho que ostentar y sin mucho que pedir.
Sin tanto miedo a lo que pasaría después, solo apostando por sentirse juntos, viviendo eso tan rico que sentían y que se les convertía en magia sin saberlo.
Ella, disfrutando de todo aquello, sin prejuicios, sin pretender cerrarse a vivirlo de la forma en que se diera y sin cerrar la puerta.
Ellos, sin saberlo, marcaban el comienzo de su historia.
De esa frase tan prostituida en las novelas. El "para siempre"
Ese tipo de historias no tan comunes, y de esas por las cuales no se apuesta mucho en estos tiempos.
Donde no se le hace esperar a la piel, donde los prejuicios se durmieron y los dejaron vivir sin premura, sin preguntas y sin un mañana asegurado.
Ese tipo de historias que parecen no tener futuro en un comienzo, pero que finalmente son más verdad que muchas otras.
Eso son ellos, un amor consolidado.
Ellos son verdad, su amor nació desde las cenizas que dejó el pasado, y cual Ave Fénix se han vuelto un solo sueño.
El tiempo los ha hecho de hierro a pesar de los obstáculos que se han conseguido.
Y esto es ejemplo de que todo eso que vivieron antes de encontrarse fueron la preparación para su encuentro, para hacerlos suficientemente adultos para manejarse en la dificultad y en la sorpresa.
Pero sobre todo, para poder estar listos el uno para el otro, para poder decir que cada cosa ha valido la pena porque están juntos y lo que son existe, es real y se puede palpar a kilómetros de distancia.
Son prueba evidente de que todo llega en el momento justo, y el tiempo que sentimos perdido tomados de otras manos, no es sino el entrenamiento para cuando llegue esa persona que tanto esperas.
Para que la merezcas, para que te merezca, y para hacerle el amor con tu carne y con tu alma como si te fueras a morir en seguida.
Y si todo esto nació así, y ella había llegado a perder la fe.
Y si él había extraviado el camino hacia donde pertenece, y finalmente lo encontró.
Entonces ¿por qué razón yo debo perder la esperanza de que en algún sitio de esta tierra compartida, hay otro loco como yo... tratando de encontrarme y hacerme feliz?
Por ustedes yo aun creo.
Gracias M y J.
27 de octubre de 2011
En estos días me levanté con malestar... si, ese tipo de malestares físicos que te hacen vegetar todo un día...
En medio de las pocas cosas importantes que tenia por hacer, decidí entregarme a no hacer nada, pero mi mente daba tumbos...
Pensaba en lo bien que me siento en este momento, en la reafirmación de esa frase tan prostituida... "no hay mal que por bien no venga" y si, me siento bien, he superado algunos duelos externos... además del resentimiento que eso trae de manera intrínseca... rayos, de verdad estoy absolutamente tranquila.
Ya ni siento esa alarmante tensa calma, esa que me hace pensar que en cualquier momento algo va a perturbar mi paz... no, porque ¿sabes? he aprendido que la paz es una decisión interna, y si tu decides estar bien, entonces te haces el trabajo más fácil.
Sin embargo, algo resuena en mi cabeza... y es que a veces hay relaciones tan dañinas, que el mismo hecho de amar a alguien es casi directamente proporcional al hecho de odiarte a ti mismo.
Es muy cruel, pero veo a mi alrededor y me sorprende ya no sorprenderme.
Veo mujeres grandiosas, bellas por dentro y por fuera, llenas de ese carácter casi fálico, y con las pelotas que algunos le faltan y sin embargo tan pobres de autoestima.
Mujeres que al parecer repiten un patrón de conducta aprendido. Una misma forma de relacionarse, en donde al parecer hay un cierto disfrute morboso por sufrir.
No me siento superior a nadie, pero la verdad no puedo con eso.
Creo que la idea de estar con alguien es amar y se amada efectivamente, pero creo que algunas manejan ciertos criterios extraños acerca de ese amor.
No soy quien para criticar, pero si puedo sencillamente manifestar mi opinion al respecto.
No me parece. Las mujeres somos unas guerreras incansables, madres, hijas, amigas, esposas, novias, amantes, primas, hermanas y sobrinas, todo al mismo tiempo y con tacones puestos.
Y sin embargo, es tan común vernos caer a los pies de semejantes engendros mal nacidos que no nos merecen, perdemos esa altivez, perdemos autoestima y respeto por nosotras mismas.
No es justo, ¿por qué es tan alta la tendencia al masoquismo a través del amor?
No se, no tengo la respuesta. Pero me duele ver a una mujer sufriendo por mal amar a alguien que no la merece. Entonces recuerdo cada una de mis lagrimas del pasado y siento ganas de cortárselo al causante de las mismas.
Menos mal que todo eso no es mas que la forma tan rudimentaria que tenemos para aprender de la vida, cayendo y levantándonos mil y una vez.
De cualquier manera, no creo en justificativos suficientes para permitir que un hombre te pegue, o te grite, o te someta, o simplemente te vuelva gris porque no te hace feliz.
Es mejor llorar porque se terminó que seguir ahí recibiendo migajas. Es ahí donde demostramos de lo que estamos hechas las mujeres, cuando nuestro amor propio es más grande que el amor que sientes por otro.
Se llora por amor, y se llora a ese amor cuando se termina, pero es mejor hacerlo cuando hay que hacerlo, y cuando sabemos que no hay otra salida.
Porque sabemos lo valiosas que somos y lo que merecemos.